Que maravilha. A Natureza replica-se e repete-se. Quase que como das homónimas às homógrafas e às homófonas (sim, que eu ainda sou da gramática antiga, por onde aprenderam o Padre Raul Machado, Vitorino Nemésio, Mourão Ferreira, Sofia de Mello Breyner e Natália, entre muitos outros), umas assumem, de outras, o nome, outras, como a flor, a forma, e outras, ainda (recuso-me a identificá-las, pois outras finalidades e funções, igualmente nobres, têm) a função.
(…) La mujer rubia, de piel blanca, delgada, linfática, etc., tiene sus deseos casi apagados por completo. Se necesita una serie grande de excitaciones para que llegue a sentir el deseo carnal, y sería un error profundo en su esposo que se obstinase ciegamente en obtener de ella transportes que su naturaleza repele. Igual sucede con el hombre que está en condiciones análogas o que por sus excesos de juventud ha malgastado las fuerzas físicas en los placeres venéreos.
Por lo contrario, la mujer morena, exhuberante, nerviosa, y que no se ha entregado a la masturbación ni está consumida por los excesos, siente violentamente el goce material, y si choca con un marido fatigado o enclenque, puede muy bien hacerlo enfermar si exige la repetición abundante de los coitos, y hasta ocasionarle la muerte por consunción o sus consecuencias. Ha de tenerse, pues, todo esto muy presente para llevar una vida sexual tranquila y sin exposición a afecciones deprimentes.
(…) La ninfomanía o furor uterino es en la mujer el insaciable deseo de goces sexuales. Está esta afección clasificada entre las vesanias y manías locas, y este deseo es insaciable, arrastrando a estas desgraciadas a todas las aberraciones y aun a todos los excesos. Muchas mujeres atacadas de este mal pierden en absoluto, por satisfacer sus deseos, hasta la más rudimentaria noción del pudor o vergüenza, llamando ellas mismas a los hombres y brindándoles al acto carnal con la mayor impudencia.
(…) Muchos ejemplos hay de hombres que apenas han tocado a sus esposas maritalmente y que han tratado de proseguir después de casados en su vicio, obligando a sus esposas a que les masturben, rebajando así la dignidad de la mujer y lo sacrosanto del lazo del matrimonio.
8 comentários:
So conhecia um Pedro Cem...
fiquei a conhecer o António e uma bela imagem :)
"É neste ponto
das tuas coxas
que o meu pescoço
implora a forca"
Forca?
Calma! Ainda não fui julgado...
Eros,
Melhor é experimentá-lo que julgá-lo
Mas julgue-o quem não pode experimentá-lo.
Que maravilha. A Natureza replica-se e repete-se. Quase que como das homónimas às homógrafas e às homófonas (sim, que eu ainda sou da gramática antiga, por onde aprenderam o Padre Raul Machado, Vitorino Nemésio, Mourão Ferreira, Sofia de Mello Breyner e Natália, entre muitos outros), umas assumem, de outras, o nome, outras, como a flor, a forma, e outras, ainda (recuso-me a identificá-las, pois outras finalidades e funções, igualmente nobres, têm) a função.
(…) La mujer rubia, de piel blanca, delgada, linfática, etc., tiene sus deseos casi apagados por completo. Se necesita una serie grande de excitaciones para que llegue a sentir el deseo carnal, y sería un error profundo en su esposo que se obstinase ciegamente en obtener de ella transportes que su naturaleza repele. Igual sucede con el hombre que está en condiciones análogas o que por sus excesos de juventud ha malgastado las fuerzas físicas en los placeres venéreos.
Por lo contrario, la mujer morena, exhuberante, nerviosa, y que no se ha entregado a la masturbación ni está consumida por los excesos, siente violentamente el goce material, y si choca con un marido fatigado o enclenque, puede muy bien hacerlo enfermar si exige la repetición abundante de los coitos, y hasta ocasionarle la muerte por consunción o sus consecuencias. Ha de tenerse, pues, todo esto muy presente para llevar una vida sexual tranquila y sin exposición a afecciones deprimentes.
(…) La ninfomanía o furor uterino es en la mujer el insaciable deseo de goces sexuales.
Está esta afección clasificada entre las vesanias y manías locas, y este deseo es insaciable, arrastrando a estas desgraciadas a todas las aberraciones y aun a todos los excesos.
Muchas mujeres atacadas de este mal pierden en absoluto, por satisfacer sus deseos, hasta la más rudimentaria noción del pudor o vergüenza, llamando ellas mismas a los hombres y brindándoles al acto carnal con la mayor impudencia.
(…) Muchos ejemplos hay de hombres que apenas han tocado a sus esposas maritalmente y que han tratado de proseguir después de casados en su vicio, obligando a sus esposas a que les masturben, rebajando así la dignidad de la mujer y lo sacrosanto del lazo del matrimonio.
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